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www. Opernnetz.de19. März 2008 Klassen-Auflösung, Liebes-Glück Es sind zwei Szenen, die für die Erinnerung – szenisch, musikalisch, darstellerisch, gesanglich, emotional – unauslöschlich bleiben: Sophie und Octavian in jugendlich-unbegriffener Liebe nach dem Eklat; die Marschallin, Sophie und Octavian in Abschied und Traum. Was Elina Garanca an stimulierenden Differenzierungen einer jungen Frau, die einen Jüngling spielt und singt, der wiederum die Empfindungen eines pubertierenden Mädchens vermittelt, das ist derart bewegend wohl noch nie ausgedrückt worden! Aber ohne die authentische Interpretation der harmlos-ahnenden Sophie bliebe der Octavian ein bloß-gefühliges Konstrukt: Christine Schäfer ist dieses jung-unerfahrene, emotional reagierende Mädchen mit bewegender Kraft: Normen durchbrechend, emotional sicher geleitet. Und die Marschallin, selbst Opfer der feudalen erzwungenen Heiraten, findet in Michaela Kaune eine schmerzlich verzichtende Frau. Das alles an Gefühlen und Lebensentscheidungen, an archetypisch-existenziellen Seelenkräften, vermitteln die Sänger-Darstellerinnen mit intensiv-leidenschaftlichem Spiel – und mit stimmlicher Ausdruckskunst, die mit ihren strömenden Legati, den leuchtenden Höhen, den perfekten Registerwechseln und emotional fokussierender Phrasierung, Gefühlsausbrüche im Publikum freisetzt, die weit ab sind vom Geblöke der manischen Stimmfetischisten. Peter Rose ist als Ochs ein selbstbewusstes Fossil einer untergehenden Epoche – unreflektiert standesbewusst agierend, stimmlich souverän variabel ausdrucksstark, beeindruckend in Volumen und variantenreichem Interpretationsreichtum. Die Leitmetzerin findet in Stephanie Weiss glaubwürdige Statur, Julia Benzinger und Torsten Hofmann überzeugen als Valzacchi und Annina – und Markus Brück ist ein Faninal mit enormer Bühnenpräsenz, darstellerischer Prägnanz und stupender Nutzung der szenisch gebotenen Präsenz seines kraftvoll-ausdrucksvollen Baritons. Yosep Kang gibt einen stimmkräftigen Sänger – und die Komprimarii fungieren in großartiger Individualität, so wie die im Besetzungszettel nicht genannten Kinder ihren Beitrag zur komplexen Konzeption beitragen. Götz Friedrich hat 1993 inszeniert – es geht um den Absturz eines Systems feudaler Normen , exemplifiziert an den Schicksalen konkreter Identifikationsfiguren. Und das beeindruckt auch noch nach fünfzehn Jahren, ist ein flammendes Plädoyer für menschliche Gefühle zu Zeiten zerbrechender gesellschaftlicher Strukturen. Gottfried Pilz baut mit diagonal geteilter Bühne, trennenden Vorhängen, reduzierten Requisiten und sich öffnenden Räumen die Flächen für Abstand und Näherung, erfindet überraschende Effekte für die Beisel-Szene; und schafft das historisch wechselnd abstrakte Ambiente für die dysfunktional-kommunikativen Abläufe als handlungsorientierte Räume. Das Orchester der Deutschen Oper Berlin musiziert mit vollem Elan, Philippe Auguin gelingt eine emotional fokussierte Interpretation – die lyrischen Passagen betonend, auf innovative Strauss-Deutungen verzichtend, aber dafür mit fulminantem Einfühlungsvermögen für die elementaren Ausdrucksmöglichkeiten – besänftigende Streicher, auftrumpfende Bläser, hämmerndes Schlagwerk - und das alles transparent, in Abstimmung mit dem Regiekonzept und in fantastischer Balance von Graben und Bühne! Voll besetzt die Deutsche Oper an der Bismarckstraße, intensiv folgend das Publikum, begeisterter Beifall - doch es fehlt der Kern der Kundigen, der die Atmosphäre bestimmt und kommunikativ stimuliert: Die legendären aggressiven „Rabauken" haben offensichtlich keine Nachfolger – dabei wäre doch Leidenschaft im Publikum so wichtig, damit „Musiktheater" in der so lausigen Gesellschaft ankommt. (frs) nnnnn Musiknnnnn Gesang nnnnn Regie nnnnn Bühne nnnnn Publikum nnnnn Chat-Faktor |
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Una versión convencional Por Maruxa Baliñas La Deutsche Oper de Berlín se interesa mucho por las óperas de Richard Strauss y desde hace ya varios años desarrolla en los primeros meses del año –en esta temporada será entre el 21 de diciembre y el 27 de febrero- la "Strauss semanal", en la que cada semana presenta por lo menos dos óperas de Strauss. En total serán 25 representaciones que en los próximos dos meses incluirán el estreno de una nueva producción de Die Ägyptische Helena a cargo de Marco Arturo Marelli y el estreno berlinés de la prestigiosa producción de Ariadna auf Naxos de Robert Carsen
El tercer acto me resultó totalmente desconcertante. Es como si Götz hubiera cambiado de opinión acerca de lo que pretendía hacer con la ópera. Una cosa es que la seducción de Octavian/Marineld pretenda ser un pequeño episodio dentro de una ópera que es toda ella un pequeño episodio -porque en realidad en Rosenkavalier no pasa nada, o pasa mucho- y otra es que rompa con el ambiente de la obra y abra una línea que luego no va a seguir. En concreto, Friedrich decide convertir el restaurante donde se celebra la cena en un local dadaísta lleno de simbolismos e incongruencias que hacen que se pierda el propio sentido del desconcierto que debe sentir el Barón Ochs ante lo que está ocurriendo. Musicalmente la función fue mucho más satisfactoria. Nancy Gustafson se fue calentando y ya al final de la escena de la seducción de Octavian se mostró como una auténtica figura. Sobre ella recae buena parte del peso de la obra, sobre todo en el primer acto, y se la notó sobrada ante la responsabilidad. Actoralmente se vio perjudicada por el papel que le adjudica Friedrich, que la presenta como mucho más vieja que Octavian, cuando yo personalmente siempre la imagino como poco mayor en edad, aunque a muchos años de diferencia en lo que respecta a experiencias y a planteamientos vitales. Ruxandra Donose estuvo rutilante como Octavian, un auténtico figurín que se convierte en icono romántico al enamorarse de la inocente Sophie. En el aspecto vocal sonó igualmente ligero, sin demasiada expresividad pero con un fraseo y una facilidad de emisión que lo caracterizaron muy bien. Mucho más interesante me pareció Franz Hawlata, el Baron Ochs, que se hizo mucho más humano que Octavian con ser mucho más antipático el papel que se le adjudica. Fue, junto con Gustafson, la gran estrella de la velada: potente, expresivo, capaz de todo y en los dúos con Octavian se crecía. Sólo en el tercer acto se le vio perder protagonismo ante los planteamientos de Friedrich, que le obliga a hacer demasiadas cosas y no le deja casi tiempo para cantar, y apenas lo recuperó en su enfrentamiento ante la policía. Su Vals le reportó inmediatos bravos y aplausos. Los secundarios cumplieron sobradamente su parte e incluso –como en el caso de Yosep Kang, un cantante habitual en la Deutsche Oper- consiguieron arrebatarle aplausos a los protagónicos. Ulrike Helzel (Annina) me gusto por su voz más grave de lo habitual que acaso desentonaba con su aspecto juvenil, pero resultaba muy rica. Faltan por citar los dos Faninal. Malin Hartelius, Sophie, tenía una voz bonita, pero poco potente y en algunas ocasiones fue tapada por la orquesta. En sus dúos con Octavian tampoco llegaba a destacarse. Por su parte Marcus Brück, aunque cumplió sobradamente con su parte, no llegó a imponerse como padre autoritario ante el Barón Ochs, que le dominó en las partes comunes. Coro y orquesta fueron grandes puntales de la representación. Peter Schneider hizo una lectura muy rica, por momentos casi ostentosa, de la partitura, pero también supo reflejar esos momentos en que Der Rosenkavalier se acerca a la ligereza de la opereta. En el comienzo del tercer acto, cuando la escenografía se hizo extravagante y los cantantes -sobre todo Ochs- perdieron capacidad expresiva, fue la orquesta y Schneider quienes mantuvieron el alto nivel. En resumen: una representación muy digna de una de las óperas más bellas del siglo XX. Berlín, 26/12/2008. Deutsche Oper. Der Rosenkavalier , comedia musical en tres actos de Richard Strauss sobre un libreto de Hugo von Hofmannsthal. Götz Friedrich, dirección escénica. Götz Friedrich e Isabel Ines Glathar, decorados y vestuario. Duane Schuler, iluminación. Elenco: Nancy Gustafson (Mariscala), Franz Hawlata (Baron Ochs), Ruxandra Donose (Octavian), Marcus Brück (Señor de Faninal), Malin Hartelius (Sophie), Ulrike Helzel (Annina), Yosep Kang (cantante), etc. Coro y Orquesta de la Deutsche Oper. Peter Schneider, dirección musical |
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